Horace participó en la segunda guerra anglo-afgana, destacado en las cercanías de Candahar con el destacamento de Highlanders 92. Si bien su participación en el cuerpo médico fue constante y relevante, tuvo que retirarse tras apenas año y medio al contagiarse de tuberculosis. Ha estado siguiendo un tratamiento, pero lo cierto es que está bastante maltrecho, y tose a menudo, incluso esputando sangre. Su aspecto no sugiere en absoluto buena salud: tez pálida, ojos inyectados en sangre como de dormir mal y caminar lento.
Bienestante y con pensión por retiro, ha vuelto ahora a su pueblo natal, Whitby, donde se recupera pero se aburre sobremanera, con lo que, a pesar de su mal humor ya conocido por la zona, sigue practicando, asegurando que su tos no es contagiosa.
Es el perfil de burgués al que nunca le ha gustado demasiado esforzarse (de ahí su mediocridad estudiantil, aunque en realidad es muy inteligente) y de voluntad voluble, con destacado gusto por el Whiskey, Imperial Pale Ale y los mujeres.
No pasa día que no maldiga la campaña militar que le marcó la vida y sueñe en su muerte, que sabe inminente. En el fondo, tiene un buen fondo filantrópico y apacigua su amargura con la idea vaga de que al menos, por lo que a él respecta, dejará el mundo un poco mejor de lo que se lo encontró.